Torá desde Jerusalem
Parashá Vayikrá - Y llamó
Libro Vayikrá / Levítico (1:1 a 5:26)

“Y llamó a Moshé...” (Vayikrá 1:1)

“Y llamó a Moshé… y llamó con aprecio”, así comienza el tercer libro de la Torá, el libro de Vayikrá.  Un gran mensaje nos enseña la Torá respecto al comportamiento diario con nuestro prójimo, así como cuando el Todopoderoso se dirigió a Moshé no lo hizo sino con aprecio y respeto, cuanto más tendremos nosotros que dirigirnos a nuestro prójimo con aprecio y cariño.

Dijo el profeta: “Ke Mayim Panim el Panim Kaj Lev Adam el Adam”, “Así como en el agua se refleja la cara, así con el corazón de una persona hacia su prójimo”; la empatía ese comportamiento instintivo por reflejo es una condición y un potencial que debemos conocer y utilizar en nuestro comportamiento social, por lo que no solamente nos incentiva, sino que causa en el prójimo una predisposición en efecto.

En más de una oportunidad nos recordó la Torá nuestra obligación hacia el prójimo, hasta en el nivel de advertirnos “Vehaitem Nekiyiim Beenei Elokim u Beenei Israel”, “Y seréis limpios a los ojos de Hashem y de los hijos de Israel”; el ejemplo, la enseñanza, la responsabilidad o la obligación de garantes para con el prójimo no es un privilegio sino un precepto.  “Israel Arebim Ze Lazé, “Israel somos garantes unos por los otros”. 

La comparación del pueblo de Israel con la situación de un barco que navega en la marea del océano, en la lucha de toda la tripulación por llevar a buen puerto y en el que el comportamiento de los pasajeros toma diferentes posiciones, desde el pasajero responsable conciente de su obligación y preocupación por los demás.  Ese pasajero quien a sabiendas de que no existe la casualidad, comprende que si se encuentra en esa situación es causal de su capacidad y condición para aportar, dentro de sus posibilidades, por el bien común, siempre sin olvidar su propia preferencia, ya que la bondad tiene un orden obligatorio que empieza por sí mismo. 

El altruismo filantrópico descontrolado suele ser falso, hasta llegar al típico pasajero egoísta y egocéntrico, quien su única preocupación en la vida es el yo y para mi, inconsciente de la verdad humana como ser social, que a corto plazo pudiera poner un mayor beneficio por su actitud pero que siempre a largo plazo se verá apartado por los demás en esa isla solitaria de su propia vida.  O el típico comportamiento del irresponsable que como dice el refrán: come hoy que mañana morirás.

La respuesta de que dentro del camarote nadie puede decir qué hacer y ese pasajero le hace un agujero al mismo, estaría en su derecho y no molestaría a nadie.  Pero está claro y es evidente el error del mismo, ya que lo que ocurra en su camarote dependemos de alguna manera todos; Ciertamente que él será el primer afectado, pero directa o indirectamente el futuro de todo el barco depende de él.

La Torá nos enseña esa obligación comunal, cuando en el centro del servicio al Creador en el Tabernáculo y después en el Santuario, nos encontramos con la obligación de los sacrificios.  Es cierto que nos cuesta entender el significado y la función de los mismos, la división de sacrificios de obligación pública y sacrificios obligatorios particulares; todo nos demuestra esa relación inseparable entre lo comunal y lo particular. 

Es verdad que la persona debe ser egoísta, pues toda bondad que no comienza consigo mismo no es verdadera, pero no debe olvidar su obligación para con el prójimo.  Todos conocemos el hecho por naturaleza que nos es más fácil ayudar al hijo del vecino que a nuestro propio hijo, y ni decir que nuestro hijo siempre está más predispuesto a hacerlo con el vecino que con nosotros, ya que la razón de la ayuda no es la ayuda en sí, sino la necesidad del agradecimiento, simpatía y muchos otros efectos a los que somos sensibles los humanos.

La Halajá nos enseña que la bondad que se hace con los difuntos es la verdadera bondad ya que generalmente no se puede esperar remuneración o respuesta de los mismos y en verdad ni las gracias podemos esperar de ellos, aunque a veces sí la esperamos de los familiares de los mismos, por lo que no siempre sería adecuada la indicación de la Halajá frente a la realidad.

Recordemos siempre la verdad de las cosas, y aunque no podamos alcanzarlas en su plenitud, el conocimiento de las mismas no permitirá desearlas y mantenernos en el camino correcto, que aunque no hayamos llegado a la meta por lo menos veamos las luces del final del túnel, que nos iluminan su salida.

No estamos obligados a completar nuestra obligación, pero no estamos libre de ella, así nos señala el dicho de nuestros Sabios.

Shabat Shalom

Rab. Shlomó Wahnón


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