Torá desde Jerusalem
Parashá Vayéshev - Y residió
Libro Bereshit / Génesis (37:1 a 40:23)

“Y fue en aquel momento...” (Bereshit 38:1)

La parashá de esta semana, Vayéshev, es una parashá llena de relatos que nos enseñan pilares fundamentales para nuestra educación. Ya hemos comentado anteriormente sobre los conceptos del Lashón Hará y la preferencia que tenía Yaacob por su hijo Yosef, los hechos encubiertos que Yosef contaba a su padre, así como el haberle regalado una túnica de rayas a diferencia de los demás hermanos, sucesos que causaron indirectamente la emigración del pueblo de Israel y más tarde la esclavitud en Egipto.

En este comentario pondremos atención al mensaje de la Torá sobre la responsabilidad de nuestras actitudes.

Nos relata la Torá: “Y fue en aquel momento en el que descendió Yehudá de con sus hermanos...”, a lo que nuestros Sabios comentan: Yehudá fue rechazado por sus hermanos por la venta de Yosef a los ismaelitas mientras podía haberlos convencido de devolverlo a su Padre; tendríamos que preguntarnos si no debiéramos alabarlo por su intento de salvarlo de una muerte segura en un pozo lleno de culebras y escorpiones, como se aprende del Talmud donde está escrito, pozo vacío que no tiene agua. Si está vacío está claro que no tiene agua, de lo que aprendieron nuestros Sabios: agua no tiene, culebras y escorpiones sí tenía.

¿Por qué fue desconsiderado Yehudá a los ojos de sus hermanos? ¡Si su intención fue positiva!. La razón es muy sencilla: la persona es criticada no solamente por lo que hizo sino también por lo que pudo hacer y no hizo. Yehudá como influyente que era entre sus hermanos, podía haberlos convencido de liberar a Yosef de la misma manera como los convenció de salvarlo y venderlo a los mercaderes.

Aunque la sencillez y la humildad son condiciones humanas por excelencia, hasta el nivel que la única cualidad con que fue calificado Moshé Rabenu: “Ve haish Moshe Anav Meod”, “Y Moshé era muy humilde”, la persona debe sentir que toda la Creación no fue realizada sino para él, sentirse el dueño del mundo, ¡Qué responsabilidad!.Así ordenó el Creador al primer hombre: “Y tomó el Eterno a Adam y lo colocó en el Edén para que lo labrara y lo guardara”. Qué responsabilidad la del cuidado del Edén.

Las condiciones y cualidades con las que nos agració el Creador son más que un regalo, es una responsabilidad, ya que las exigencias a las que somos encomendados, dependen de nuestra capacidad. Ya dijo el Talmud en el Tratado de Yomá (35,b) que la prueba de la riqueza es más difícil que la prueba de la pobreza, aunque todos estamos en prueba.  Tres culpan a todos: Hilel a los pobres, Rabí Elázar ben Jarsum a los ricos, y Yosef Hatzadik a los agraciados.

Acaso ¿un pobre se puede excusar delante de Hashem por no estudiar Torá o cumplir mitzvot dada sus necesidades económicas?. O, acaso hubo alguien más pobre que Hilel que, como según cuenta el Talmud se mantenía por su trabajo de leñador, y la mitad de sus ingresos la destinaba a pagar para que le dejaran entrar a estudiar en el Bet Hamidrash de Shamayia y Avtalión, y una noche de Tevet (en invierno) no habiendo conseguido el sustento suficiente para poder pagar, tuvo que subirse al techo del Bet Hamidrash para que desde la chimenea pudiera escuchar las enseñanza de sus maestros. Era víspera de Shabat y no sintió la nieve que caía, hasta que quedó cubierto y congelado, y al amanecer Shamayia y Avtalión vieron cómo la figura de un cuerpo cubría el vitral del techo. Shamayia y Avtalión bendijeron a Hillel, ya que en casos como el suyo, no solamente está permitido profanar el Shabat para salvarlo, sino que es una mitzvá profanarlo.

Rabí Elázar ben Jarsum condena a los ricos, ya que cuenta el Talmud que aunque su padre le había dejado una gran fortuna, no aceptó, aún bajo las amenazas de sus trabajadores, el dejar de estudiar Torá, para cuidar su herencia.

Yosef que con todas las pruebas a las que fue expuesto, la venta de sus hermanos, la mujer de Potifar con todos sus intentos de seducirlo para que conviviera con ella, en ninguna de ellas olvidó su obligación.

Asimismo, nos comenta el Talmud sobre Rabí Nahum Ish Gam Zo, quien después de encontrarse con un moribundo en el camino y por no haberse apresurado para salvarlo, exigió justicia para consigo mismo causándose una gangrena que dominó todas sus articulaciones, al punto que tuvieron que colocar las patas de su cama en baldes de agua para que las hormigas no llegaran a lamer su carne maloliente, y pese a su situación y sufrimiento criticó a sus alumnos por qué no entraban a estudiar con él, a lo que le respondían que el olor de la putrefacción era tan fuerte, que no podían ni entrar.

Tres condenan a todos dice el Talmud, sin tomar en cuenta la infinidad de casos ejemplares como el de Rabí Nahum, ejemplos de entrega, bondad, sacrificio, sufrimientos etc., que la historia de nuestro Pueblo puede ofrecernos como guía en nuestra vida.

Shabat Shalom

Rab. Shlomó Wahnón


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