Torá desde Jerusalem
Parashá Terumá - Ofrenda
Libro Shemot / Éxodo (25:1 a 27:19)

“Y esta es la ofrenda...” (Shemot 25:3)

“Y esta es la ofrenda que tomarás de ellos: oro, plata y cobre; lana turquesa...”.  Oro, plata, los símbolos mas destacados del materialismo, son justamente los elegidos para la construcción y revestimiento de lo más puro, el Mishkán.  Acaso, ¿no hubiera sido más correcto elegir materiales corrientes en muestra de sencillez, que esos brillantes materiales y piedras preciosas que la conformaron?

La sencillez no se encuentra en los materiales sino en las personas que los usan.  Se pueden usar las ropas más sencillas y estar poseído de arrogancia, y como dijeron nuestros Sabios, Que todo lo que fue creado, lo fue hecho para el disfrute, pero limitado en su uso.

La belleza, la pureza y la nobleza de los materiales son cualidades y no defectos.  En la parashá Beshalaj en el cántico del paso del mar, decimos: Este es mi Todopoderoso y lo embelleceré; acaso ¿podemos los seres humanos embellecer o engrandecer a Hashem?  La respuesta lógicamente tendría que ser negativa, entonces, la Torá nos enseñó el potencial con el que fuimos agraciados, ya que podemos crear mundos espirituales y por desgracia también destruirlos. 

Qué responsabilidad la del humano por la capacidad con la que fue dotado. Muchos preferimos hacer “músculos” en el “instituto Samsón” o construir aviones de madera, creyendo que esas son las mejores expresiones de nuestra capacidad.  El Talmud en el Tratado de Shabat nos comenta que cuando Rabí Shimón Bar Yojai y su hijo salieron de la cueva donde se ocultaron durante doce años, a raíz del decreto romano que prohibía la enseñanza de la Torá, él no podía entender cómo la persona se dedicaba a cosas vanas, en lugar de dedicarse al estudio de la Torá.  Hasta que al cabo de un año al preguntarle a un campesino por sus actos, éste le explicó que estaba arando su campo para poder producir trigo para lograr harina para el pan de Shabat.  Ésto maravilló a Rabí Shimón por la profundidad del pensamiento del sencillo campesino, en el que toda su intención era llegar a cumplir con la Mitzvá de Shabat.

Dos personas pueden realizar la misma labor hasta con el mismo esfuerzo dependiendo de su intención el valor de sus hechos; en verdad, tan pronto que reconocemos la grandeza de la maravilla de la Creación, acaso, ¿nos queda duda que hubiera sido más sencillo para el Creador hacer un mundo sin necesidades, en el que la persona fuese más sencilla y menos necesitada que pudiera satisfacerse con los productos naturales y no necesitara de esa infinita lista de productos elaborados?  Está claro que sí, sino que el Creador deseó nuestra participación y realización para que sepamos valorar la grandeza de los hechos.

Pocos son los que se maravillan de la atmósfera que, en un complejo proceso ecológico nos permite, en el limitado espacio del nivel del mar y a unos cuantos cientos de metros por encima del mismo, poder respirar un aire con una composición exacta de sus componentes para que nuestro sistema respiratorio pueda reponer la cantidad necesaria de oxígeno que nuestro cuerpo necesita para su buen desarrollo.  Lo mismo ocurre con todos los demás componentes naturales que nuestro cuerpo necesita, como por ejemplo, el agua, la presión atmosférica, etc., pero ¿quién es el que cada mañana al abrir los ojos agradece Modé Aní Lefaneja...  Nos hizo falta una obligación del Shulján Aruj para realizar lo que naturalmente deberíamos hacer, como lo hace, por ejemplo, el enfermo después de un complejo trasplante de corazón que siente que le devolvieron la vida en un hecho relativamente sencillo.

La persona no reconoce el valor de las cosas hasta que no siente su necesidad, es por eso que en el momento cumbre de la Creación diaria, en el Kidush del viernes por la noche, tras reconocer al Todopoderoso por Su maravillosa creación, concluimos con la frase: Ki Bo Shabat Mi Kol Melajtó Asher Bara Elokim Laashot.  Pues en el descanso de “todo”, Su realización que creó el Todopoderoso para hacer.  Para hacer.  Hashem creó para hacer, nos entregó un mundo perfecto para completarlo, pues solamente en nuestra realización en Su creación sabremos reconocer la grandeza de la Creación.

Así dijo el Rey David en los Salmos: Ma Rabú Maasejá Hashem, Qué grandes son Tus hechos Hashem.

Shabat Shalom

Rab. Shlomó Wahnón


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