Torá desde Jerusalem
Parashá Kedoshim - Santos
Libro Vayikrá / Levítico (19:1 a 20:7)

Enfoques sobre la Parashá

“Habla a toda la congregación de los Hijos de Israel y diles: Santos habréis de ser, ya que Santo Soy Yo Hashem, vuestro Di-s” (Vayikrá 19:2)

Frecuentemente pensamos que santidad es algo que solo pocos individuos pueden aspirar tener.  Sin embargo, el hecho de que Di-s dio esta Mitzvá a Moshe Rabenu diciendo "Habla a toda la congregación..." nos enseña que no solo la excepción entre nosotros es capaz de obtener santidad, sino que a cada uno de nosotros se nos ha ordenado ser Santo.  Cuando fue dada la Torá en el Monte Sinai, el Midrash comenta que el versículo "Y todo el pueblo vio las voces" nos quiere decir "La Voz salió y fue dividida en muchas diferentes voces, y cada uno escuchó de acuerdo a sus fuerzas".  En otras palabras, cuando una persona escuchó "no matarás", entendió que quería decir: "¡No tomes un arma y mates!"  Mientras que otra entendió que si un cuerpo muerto es encontrado en los alrededores de su ciudad, se le adjudicará la responsabilidad por no haberle dado suficiente protección, comida y escolta, como si él mismo lo hubiese matado.  Otro entendió no avergüences a alguien en público, porque cuando la sangre drena de su cara y se pone blanco, es como si lo hubiesen matado.  Cada persona escuchó la Voz de acuerdo a su propia fuerza y talento particular.  Similarmente se espera que cada judío sea santo en su nivel, porque el es una chispa individual de la santidad de Di-s.

(Rab Shlomó Yosef Zevin)



“Habla a toda la congregación de los Hijos de Israel y diles: Santos habréis de ser, ya que Santo Soy Yo Hashem, vuestro Di-s” (Vayikrá 19:2)

Generalmente el método utilizado para transmitir las Mitzvot al Pueblo Judío era el siguiente:  Primero Moshé enseñaba la Mitzvá a Aharón privadamente.  Luego se unían los hijos de Aharón, Nadav y Avihu.  Moshé repetía la Mitzvá otra vez.  Los Sabios entraban luego y Moshé la repetía por tercera vez.  Finalmente, la enseñaba a todo el pueblo.  Sin embargo, la Mitzvá de ser santos fue enseñada en el orden opuesto.  Todos estaban reunidos y Moshé primero enseñó la Mitzvá a toda la comunidad.  Esto fue para acentuar que la santidad que se le pide al judío no es la del ermitaño o el recluso, sentado en la cima de la montaña, perdido en meditación y contemplación.  Por el contrario, el solo puede alcanzar la santidad de Israel a través de ser parte del grupo - la comunidad del Pueblo Judío.

(Basado en Torat Moshe)



“Amarás a tu prójimo como a ti mismo - Yo soy Di-s” (Vayikrá 19:18)

Rabí Akiva afirma que este es el principio fundamental de toda la Torá.  Pero, ¿cómo es posible amar a otra persona como uno se ama a si mismo?  Toda la visión de una persona sobre el mundo tiende a ser egocéntrica, y aun cuando se comporta de una manera altruista, esta basado, en general, en el deseo de sentirse bien respecto de si mismo, eso no es amar a otro como a ti mismo, eso se llama ¡amarse a si mismo!  Pero si leemos el final del versículo encontraremos la respuesta.  "Yo soy Di-s":  Cuando una persona se pone a si misma como el centro del universo en lugar de Di-s, entonces todas las otras creaciones estan a anos luz de el, porque se siente que el es unico, el centro de todo.  Pero cuando sabe que el no es Di-s sino que "Yo soy Di-s" -Hashem es Di-s, entonces, como una Creacion de Di-s, el se ve a si mismo conectado con su prójimo.  No existe diferencia entre “yo” y “tu”.  Como todos somos expresiones de la voluntad del Creador, todo el amor que yo puedo sentir por mi mismo,  podré sentir  por mi prójimo.

(Rabí Mordejai Perlman) 



“Ustedes deben ser santos porque Yo Soy santo” (Vayikrá 19:2)

Una persona no puede exigir que otra viva un estilo de vida correcto cuando él mismo no cumple con sus expectativas.  Aun cuando las personas le escucharían él todavía no tendría el derecho de juzgar a aquellos que no siguieron las directivas que impuso.  A pesar de que uno debe escuchar el consejo del doctor aunque el doctor mismo no lo siga, las exigencias morales no son las mismas que las médicas.  Nuestro comportamiento debe ser consistente con los valores que nuestros hijos están aprendiendo de la Torá si queremos que ellos desarrollen su judaísmo correctamente.  Similarmente Hashem dice que Él espera que nosotros seamos santos porque Él es Santo, y si no fuera por esto, Él no hubiera requerido que Israel sea santo.

(Rab. Moshe Feinstein)



“Ustedes deben ser santos...  Un hombre debe respetar a su padre y a su madre” (Vayikrá 19:2-3)

La Torá yuxtapone la Mitzvá de respetar a los padres de uno con la Mitzvá de ser santo, para indicarnos una metodología para prevenir encuentros ilícitos.  Los Sabios dicen que Yosef HaTzadik evitó un tropiezo fatal con la seductora esposa de Potifar porque él vio la imagen del rostro de su padre.  Los cabalistas dicen que la imagen de un padre aumenta el poder de santidad en un niño y lo ayudan a sobreponerse a sus deseos por encuentros ilícitos.  Por eso, una persona cuyo deseo por lo prohibido es fuerte debe imaginarse la imagen de sus padres o ancestros y esto le puede ayudar a alejarse de una trasgresión.

(Or Hajaim HaKadosh)



“Un hombre (adulto) debe respetar a su madre y a su padre” (Vayikrá 19:3)

Es comprensible que cuando somos niños, que necesitamos a nuestros padres para proveernos de comida y vestimenta, debemos honrarlos y respetarlos.  Sin embargo, aún como adultos independientes que no necesitamos de su asistencia del todo, estamos obligados a tratarlos con el mismo honor y respeto que ellos merecieron de nosotros cuando niños.

(K'sav Sofer)



“No odies a tu hermano en tu corazón; debes, sin duda alguna, regañar a tu compañero judío y cargues pecado por cuenta suya.  No guardes rencor y no cobres venganza... y ama a tu vecino” (Vayikrá 19:17-18)

La Torá nos aconseja que no debemos odiar a alguien en nuestro corazón cuando él hace algo contra nosotros.  Mas bien debemos regañarlo haciéndole una pregunta discretamente: "¿Por qué me has hecho esto a mi?"  Esto evitara que "carguemos con el pecado" y transgredir la orden "no odies a tu hermano en tu corazón".  También, al decirle como nos sentimos, él se disculpará o explicará su comportamiento, lo que evitará que lo odiemos del todo.  Sin embargo, después de todo esto debemos estar seguros de "no guardar rencor" o "tomar venganza" pues es posible que a pesar de que ya no lo odiemos, aún podemos tener rencor en nuestro corazón.  Asi pues, la Torá nos dice que borremos todo sentimiento negativo de nuestro corazón, a modo de "amarlo como a nosotros mismos".

(Rambán)



“Amarás a tu vecino como a ti mismo, Yo Soy Hashem” (Vayikrá 19:18)

La Torá nos ordena amar a nuestro vecino como a nosotros mismos porque "Yo Soy Hashem".  Ya que todos fuimos creados igualmente a la imagen de Hashem, se deduce que es nuestro deber procurar el bienestar de cada ser humano y preocuparnos por el asi como lo hacemos por nosotros mismos.

(Rab Yaacob Neiman)



“Ama a tu prójimo como a ti mismo, Yo soy Hashem” (Vayikrá 19:18)

Había una vez dos amigos.  Rara vez se ha visto una amistad semejante.  Literalmente hablando, no había nada que uno no hiciera por el otro, tan grande era su mutuo afecto.

Un día, uno de ellos fue acusado falsamente de cometer un pecado capital.  Fue arrestado y encarcelado en el calabozo del rey.  Tras un breve juicio, fue sentenciado a muerte.  Su amigo no escatimó esfuerzos, ni de día ni de noche, para que lo liberaran e indultaran.  Pidió audiencias con personalidades de poder e influencia.  En vano.

Se fijó la fecha de la ejecución.  Una mañana gris, ese hombre inocente fue caminando tristemente a la horca.  Una multitud de rostros; algunos truculentos de deleite, otros llorando, se amontonaron en su ruta a la muerte.  Y allí estaba tambien su amigo, con una mirada de indescriptible tristeza en el rostro.

El condenado ya estaba parado en el cadalso.  El verdugo, con una capucha negra, colocó el lazo alrededor del cuello y, como un macabro sastre, lo ajustó a medida.

Varios centímetros al costado del condenado había una trampa.  El verdugo probó a ver si la trampa se abriría eficientemente bajo los pies de ese pobre judío.  El acusado contempló el abismo hacia donde se había abierto la trampa.  Su entrada al otro mundo.

De pronto, hubo una interrupción desde la multitud.  Un hombre grita: "¡¡Detengan la ejecución!!  ¡¡Detengan la ejecución!!"  Era su amigo.  Incapaz de soportar la escena, fue corriendo hacia la horca gritando "¡¡Detengan la ejecución!!  ¡¡Detengan la ejecución!!"  Estan por colgar al hombre equivocado.  Yo soy el verdadero culpable.  ¡¡Cuélguenme a mi, no a él!!"

La multitud murmuró, sobresaltada.  Era más de lo que podían imaginar.  Cuando el acusado vio que su amigo estaba tratando de salvarlo sacrificándose el mismo, empezó a gritar: "¡¡No le hagan caso!!  ¡¡No le hagan caso!!  ¡¡Yo soy el culpable, no el, cuélguenme a mi!!"  A lo que el otro respondió: "¡¡No es verdad!!  ¡¡Yo fui el que lo hizo!!  ¡¡Cuélguenme a mi!!"

Los dos le gritaron al verdugo, que estaba en medio de los dos.  Con el grito de cada uno, la cabeza del verdugo giraba de acá para allá, y cuando los gritos escalaron en velocidad y volumen, parecía que si el verdugo llegaba a girar la cabeza mas rápido, ¡él sería el primero en perderla!

Sea como fuere, quedó en claro que ese día no habría ejecución.  La multitud, decepcionada, se dispersó lentamente.  El asunto llegó a oídos del rey, quien ordenó que los dos hombres se presentaran ante él.

"Muy bien, ¿qué es lo que en verdad ocurre?, preguntó el rey.  ¿Por qué los dos quisieron que los colgaran?  Si me dicen la verdad, los indultaré a ambos".  "La verdad es que ninguno de nosotros es culpable del delito, su majestad.  Somos amigos. Yo no soporté ver como mi amigo iba derecho hacia la muerte.  Y decidí que daría mi vida para que el pudiera vivir".  "Lo mismo ocurre conmigo", dijo el otro.

El rey contempló a ambos.  Obviamente, estaba muy conmovido por lo que había oído.  Entonces dijo lo siguiente: "Mantendré mi palabra y los indultaré a ambos.  Pero con una condición: que también sean amigos míos".

La Torá nos enseña: "Ama a tu prójimo como a tí mismo.  Yo soy Hashem".  Cuando una persona ama a su amigo tanto como a sí misma, entonces "Yo soy Hashem": el Propio Hashem Se hace amigo de ambos.

Un amigo en apuros.

(Maiana shel Torá)

Shabat Shalom


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