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Torá desde Jerusalem



Parashá Haazinu - Prestad oídos

Libro Devarim / Deuteronomio (32:1 a 32:52)

Enfoques sobre la Parashá


"Ha'azinu..." (Devarim 32:1)

Asi como todas las notas en un acorde, y todas las voces e instrumentos en una orquesta se juntan para formar un solo sonido, asi también toda la creación canta en armonía para proclamar la Unidad de Di-s. La Parashá de Ha'azinu está escrita en forma de una canción, para recordar al Pueblo Judío que toda la Creación resuena en armonía con sus acciones.

(Rabí Gedalia Schorr)


"Oye, Oh cielos, y yo hablaré; y la tierra escuchará las palabras de mi boca" (Devarim 32:1)

Cuando una persona reza, se siente humilde, pequeña e insignificante. Cinco minutos más tarde, cuando entra a su oficina, es una persona totalmente diferente, tratando con las personas en el mundo material de cada día. En otras palabras, no es suficiente decir "Oye, Oh cielos, y yo hablaré"; sino tambien "y la tierra escuchará las palabras de mi boca"- ¡lo que la persona habla a los Cielos, él mismo tiene que escuchar en este mundo, en la tierra, y actuar de acuerdo a eso!

(Rabí Shlomo Zobin)


Nuestros Sabios dicen "Aquél que teme a los Cielos será escuchado por el hombre". Esto es lo que este versículo nos enseña: “Oye, Oh Cielos, y yo hablaré..." - Si los Cielos van a oir lo que yo digo, "la tierra escuchará las palabras de mi boca" - aquellos en la tierra también escucharán mis palabras.

(HaAdmor Rabi Abraham Yaacob de Sadigora)


"Que mi enseñanza caiga como lluvia..." (Devarim 32:2)

Las palabras de la Torá son como lluvia. Así como la lluvia cuando cae, aparentemente no deja ninguna huella en las plantas, y solo después cuando el sol emerge de las nubes y brilla en la tierra, vemos los resultados de la lluvia - así también son las palabras de Torá. Aunque en el momento de escucharlas su influencia no puede ser detectada, a través del tiempo sus efectos aparecen.

(Rabí Bunim de Peshishe)


"Que Mis enseñanzas caigan como lluvia, que Mis palabras fluyan como el rocío" (Devarim 32:2)

Una tormenta violenta. Se oye el bramido del viento. La lluvia azota el suelo. Parece como si la tierra se partiera en dos por la tempestad. Y aun así si no fuera por esa tormenta, la tierra no podría dar frutos. Porque si solamente el rocío regara el suelo, el calor del sol quemaría y chamuscaría las semillas.

Unicamente si las lluvias tempestuosas riegan el terreno, el rocío cumplirá con su tarea de hacer surgir los brotes florecientes.

Lo mismo ocurre con la Torá. Si el individuo se esfuerza en el estudio de la halajá, impregnándose de la metodología y el torrente de lógica talmúdica, aunque le parezca que está luchando con un diluvio, con el tiempo hará que surjan flores de increíble belleza.

Tal vez se sienta desolado, acosado por la tempestad...

No obstante, los frutos de sus labores también comprenderán las partes más esotéricas de la Torá: el "rocío" de la Agadita: las enseñanzas homilíticas. Ellas florecerán en sus manos.

Sin embargo, si solamente se ocupa del "rocío" de la Torá, entonces, con el "sol" abrasador, o sea, con las brillantes luces del cinicismo secular, su adquisici¢n de Tor  se marchitar  y morirá, pues le faltan las lluvias profundas que nutren las raíces.

(Basado en el Netziv, oído de boca de Rabí Pinjas Kantrovitz) 

Shabat Shalom.